domingo, 20 de abril de 2014

Algunos fragmentos de “la audiovisión” de Michel Chion

sonido / imagen por el principio de la síncresis que permite establecer una relación inmediata y necesaria entre algo que se ve y algo que se oye.

Primer caso: la imagen no tiene por sí misma animación temporal ni vectorización alguna. Es el caso de una imagen fija, o cuyo movimiento sólo es una fluctuación global que no deja esperar resolución alguna: por ejemplo, un reflejo en el agua. En este caso, el sonido es susceptible de conducir esta imagen a una temporalidad que él  mismo introduce de principio a fin.

Segundo caso: la imagen implica una animación temporal propia (desplazamiento de personajes o de objetos, movimientos de humos, de luces, variación de encuadre). La temporalidad del sonido se combina entonces con la ya existente de la imagen: sea para ir
en el mismo sentido, sea para contrariarla ligeramente, como dos instrumentos que suenan simultáneamente.


los fenómenos sonoros están mucho más característicamente vectorizados en el tiempo -con un principio, un medio y un fin no reversibles- que los fenómenos visuales.


 Las tres escuchas

La escucha más extendida es la primera, la escucha causal, la cual consiste en servirse del sonido para informarse, en lo posible, sobre su causa.

Se  trata, en efecto, la mayoría de las veces, no de las causas iniciales de los sonidos, sino de causas en las que se nos hace creer.

Llamamos escucha semántica a la que se refiere aun código o aun lenguaje para interpretar un mensaje: el lenguaje hablado, por supuesto, y también códigos tales como el morse.


escucha reducida a la escucha que afecta a las cualidades y las formas propias del sonido, independientemente de su causa y de su sentido, y que toma el sonido -verbal, instrumental, anecdótico o cualquier otro- como objeto de observación, en lugar de atravesarlo buscando otra cosa a través de él (el calificativo «reducida» se ha tomado de la noción fenomenológica de reducción en Husserl).



Una sesión de escucha reducida es una experiencia muy instructiva: los participantes acaban advirtiendo en ella que tenían la costumbre, al hablar de los sonidos, de realizar un vaivén constante de la materia de esos sonidos a su causa ya su sentido. Se dan cuenta de que hablar de los sonidos por sí mismos, limitándose a calificarlos independientemente de  toda causa, sentido o efecto, no es empresa menor. Y las palabras analógicas habituales revelan aquí toda su ambigüedad: tal sonido es chirriante, decimos, pero, ¿en qué sentido? Chirriante, ¿es sólo una imagen, o no es sino una remisión a una fuente que chirría? ¿O la evocación de un efecto desagradable?.

No obstante, la escucha reducida tiene la inmensa ventaja de ampliar la escucha y de afinar el oído del realizador, del investigador y del técnico, que conocerán así el material de que se sirven y lo dominarán mejor.


ACUSMATICA
puede  modificar nuestra escucha y atraer nuestra atención hacia caracteres sonoros que la visión simultánea de las causas nos enmascara, al reforzar la percepción de ciertos elementos del sonido y ocultar otros. La acusmática permite revelar realmente el sonido en todas sus dimensiones.


la acusmática empieza por exacerbar la escucha causal privándola del socorro de la vista. Frente aun sonido que pasa por un altavoz y que no se presenta t con su tarjeta de visita visual, el oyente es inducido a plantearse con mucha más ansia la pregunta «¿Qué es?» (traducible por «¿Qué causa ese sonido?») y a acechar los menores indicios de  identificación de la causa, a menudo interpretados por otra parte en sentido contrario.  En cambio, la escucha repetida de un mismo sonido, en la t escucha acusmática de los sonidos fijos, es la que nos permite separarnos gradualmente de su causa, y precisar mejor sus caracteres propios.



La cuestión de la escucha es inseparable del hecho de oír, igual que la de la mirada está ligada al ver. Dicho de otro modo, para describir los fenómenos perceptivos es obligatorio tener en cuenta que la percepción consciente y activa no es sino una elección en un dado más amplio que está ahí imponiendo su presencia.


la vista delimitada que se mantiene en el marco de una pantalla. Mientras que la escucha, por su parte, es una exploración en un dado-al-oído e, incluso, un impuesto- a/-oído mucho menos delimitado en todos los aspectos, con unos contornos inciertos y cambiantes.


una ausencia de verdadera cultura auditiva, este impuesto-al-oído es tal que difícilmente podemos excluir, seleccionar y cortar en él cosa alguna. En el sonido siempre hay algo que nos invade y nos sorprende, hagamos lo que hagamos. y que, incluso y sobre todo cuando nos negamos a prestarle nuestra atención consciente, se inmiscuye en nuestra percepción y produce en ella sus efectos.

Acusmática (una antigua palabra de origen griego recuperada por Jerónimo Peignot y  teorizada por Pierre Schaeffer) significa «que se oye sin ver la causa originaria del sonido», o «que se hace oír sonidos sin la visión de sus causas». La radio, el disco o el teléfono, que transmiten los sonidos sin mostrar su emisor, son por definición medios acusmáticos.  Se ha bautizado también como «música acusmática» (en este caso por parte del compositor Francois Bayle) a la música de concierto realizada y escuchada sobre soporte de  grabación en ausencia, voluntaria y fundadora en este caso, de las causas iniciales de los
sonidos y de su visión.  ¿Cómo puede llamarse lo contrario de esta escucha? Schaeffer proponía hablar de escucha directa, pero siendo la palabra «directo» propicia a todas las ambigüedades, preferimos hablar aquí de escucha visualizada (es decir, acompañada de la visión de la causa/fuente).
 -o es acusmático para empezar y sólo después se visualiza.

El segundo caso, favorito de las películas de misterio y de atmósfera, preserva durante mucho tiempo el secreto de la causa y de su aspecto, antes de revelarla. Mantiene una tensión, una expectación, y constituye por tanto en sí mismo un procedimiento dramatúrgico puro, análogo a una entrada en escena anunciada y diferida (Tartufo que regresa, en la obra de Moliere, en el tercer acto).

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